MIS DOS OJOS

Igual que todas las mañanas ha sonado la alarma del teléfono.
Al girarme pesadamente la he desactivado con el codo.
Aún tumbada he hecho repaso de todo lo acontecido en esta semana con el firme propósito de no repetir los errores de cara al fin de semana y al resto de mi vida, obvio.
He girado la cabeza hacia el mausoleo que tengo con tu carita sobre la mesita de noche junto a dos libros y tres dedos de polvo y no veía nada.
Tampoco el techo.
Tampoco mis manos.
Ni el amanecer entre el estor.
El pánico me ha provocado un escalofrío. Tal vez la crisis de ayer había desconectado, por lo que sea, algún nervio, conducto o cable de mi cerebro. Quería levantarme y no podía, posiblemente el miedo había provocado la necrosis del tejido muscular de mis extremidades. Seguro.
Y me he puesto a llorar.
Al apartar las lágrimas de mis ojos me he dado cuenta de que aún no los había abierto...
No consigo restablecer las prioridades para continuar viva.


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