¿QUIÉN HABLARÁ DE MI CUANDO ESTÉ MUERTA?

                                                                            Buenas noches. 
Estoy tumbada sobre el mundo. 
Despierta o semiinconciente.
Mirando al cielo.
¿Se dice el cielo o la cielo? Desde mi posición me parece una morena pecosa...
Se me clavan en la espalda los cascotes de lo que queda de mundo. Parecía que iba a sobrevivir pero ahora no estoy segura.
¿Se dice el cielo o la cielo? Desde aquí la luna me parece un pezón de leche materna...
Me sale sangre. Noto el calor entre los muslos y aunque envío la orden a mis manos para que lo comprueben, no se mueven. Están enterrándose, enterrándome. Tal vez es pis. Tal vez me he meado encima por el miedo. Una vez leí que eso pasa.
¿Se dice el cielo o la cielo? Se está bajando.
Cada vez está más cerca y me arropa.
Madre ¿eres tú?
Estamos en junio. Hace frío. Él me ha dejado. Sin amor. Me ha dejado aquí tumbada sobre otra vida. Más ancha, más nueva, pero no tengo fuerzas, no voy a poder. Quería la otra, la nuestra.
Acostada sobre mi propia columna deshuesada en favor de la piedra.
Estoy echada sobre las ruinas de la casa que no tuvimos.
La nada avanza
Busco a Atreyu...
A los cactus que secamos, los viajes al centro de la tierra, los domingos en salmuera...
Si ya no me ama y la nada me traga, ¿quién hablará de mi cuando esté muerta?
Ya sólo la cielo espera... y es de mala educación hacer esperar a una dama.

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