Ahí en Budapest

Nunca hubiera deseado vivir en una casa como la suya (ni irme), tan preciosa por fuera y tan cara por dentro, como una alegoría de su cabeza. 
Yo paseando por el centro como una foca con patines, siendo verdad que no sé ir en patines, y tampoco las focas. Como Gracita Morales en "cómo está el servicio". Esquivando las flores para que no se marchiten, los jarrones chinos, los relojes de pared parados, el recuerdo de la novia muerta pero viva en fase REM como Leucotea contemplada desde el Nautilus... Qué grácil y etérea la pendeja...

La tensión de romper el encanto en un suspiro cuando el sol empieza a salir del mar para meterse en su descomunal salón despedazando la oscuridad, convirtiéndola en un manojo ordenado de objetos domésticos. Se tumba entonces en el sofá y alarga sus rayos hasta el libro de "Rayuela" del tercer estante empezando por el medio a la izquierda.


Me conformaba con apartar el látigo de su pelo del azote a su cara y besar sus buenos días con el pez que vive en mi corazón.


Me despertó el móvil a las 7:30 engullida e inmovilizada por la felpa, el olor de la babilla essa que produce el buen dormir y los ladridos del perro del vecino apoyados en la ventana.

Saco la mano.

Compruebo la temperatura : Alicante 10º.


Sensación térmica: se me congela el pulgar y la sangre cuando no te tengo.


Guasap.... escribiendo...

escribiendo...     abrgat e                            7:36
escribiendo...                hoy amanecio frio        7:42
escr... e... escribiendo
                                    ahí en Budapest    7:42


Supongo que algún día dejaré de hacer esto o me corto los dedos o me cincho unos guantes o me hierro como caballo. Tengo 10 horas por delante para darle vueltas

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