SALMONES Y AMOR

Los días que faltan para ver T son como salmones subiendo un río. Los miro y cuento. 
Ya sólo faltan 5. 
Los miro, a los salmones, digo, y hago apuestas. 
Elijo al que veo más fuerte. Ese será mi lunes.
El pez sube, salta, esquiva al pescador... ¡Meta!
Hemos salvado lunes, martes... El miércoles me empieza a costar elegir campeón y el jueves, oh, el jueves. 
No sé qué le ha pasado a mi pez. Se ha distraído, tal vez, mirando a una peza. De un salto se ha subido a una pequeña ínsula de piedra que parte el río en dos de la que no puede salir. 
Sigue saltando y yo ya también salto. 
¡Su agonía es la mía!
Quiero llamar a los bomberos pero no puedo dejar de correr en circulitos, si salvan gatitos, salvarán salmones, digo yo... 
Saco el móvil.
Se me cae al río. Ahora yo también estoy dentro del río, medio morada y medio gris como los salmones. Cojo el teléfono, me aparto el pelo y el agua de los ojos y, no funciona. Me giro y veo pasar al pez río abajo, extenuado pero vivo. 
Me juro no volver a bajar al río, mientras sumerjo el móvil en un kilo de arroz y me tomo un caldito y un frenadol.
Viernes. Total sólo falta un día. Necesito una señal consistente que me diga que a T también le apetece verme y han sido 4 de 4 días que hemos salvado. 100% de probabilidades de que sienta lo mismo que yo.
Voy.
El cuarto por la izquierda, hasta parece que sonríe. Viene adelantando posiciones desde hace metros.
Le animo cuando pasa delante de mí. ¡VAMOS! ¡PODEMOS CONSEGUIRLO! yo creo que me ha guiñado un ojo y cuando regreso a mi forma original después de un salto carpado hacia atrás, veo a un oso que: ¡ZAS! recoge con su zarpa a mi salmón y se lo mete en la bocota.
Me voy a casa llorando, por mi pez, por su familia, por mi amor. Hago la maleta tan triste que hasta podría escribir un cuentidrama con esta mi "no historia de amor".
Sábado.
Le veo desde la ventanilla del autobús. 
Es tan guapo que podría explotar en cualquier momento.
Me tiemblan las piernas porque ya sé que me va decir que no podemos seguir viéndonos y eso me da flojera en las piernas, supongo que son daños colaterales.
Cuando llego a su altura, coge mi maleta, me mira, me sonríe y me sulibella  y me dice bajito al oído "qué ganas tenía de verte".
Es posible que, a veces, las señales carezcan de base científica sólida o simplemente yo no las sepa interpretar.

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