DOMINGO

Tumbada sobre el silencio y la carne extendida hasta los pies, los dedos presionan los labios que no chillan, muerdo el cuello de algodón de una aterrada almohada reventando el vergonzoso y párvulo gemido. 
Aún punza la hierba en la espalda cuando me atrinchero en el recuerdo y las perlas huérfanas sobre el ombligo resbalan por la cintura hasta convertirse en padres nocturnos del rocío de la mañana. 
Aún quedan lamentos sin procesiones, gusanos de seda muertos en la morera, el deseo antropófago, gélido y efímero por un desconocido. 
Aún la búsqueda de la manzana en mi maternidad condenada y seca, cien caballos trotando en mi cabeza, un toro apuñalado en el bajo vientre.
Aún existe sobrevivir a un domingo cueste lo que cueste.


Imagen Apolonia Saintclaire

Comentarios

  1. No es que me alegre, pero siento o entiendo. Morder almohadas es bastante común aunque las pobres no tengan la culpa de nada.

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