MODERADAMENTE FELIZ

El tipo era interesante, a primera vista. Sentado al final de la barra desafiaba al tic involuntario del parpadeo empujando con la comisura izquierda de su boca el párpado de su ojo izquierdo mientras el derecho me oteaba guasón.
La sensación de interés se desvaneció en la charla al comprobar que su cabeza, ciertamente, estaba bien amueblada pero con muebles suecos de una cadena de decoración internacional.
Me provocó esa terrible sensación de que te ganen al trivial sabiendo que el contrincante ha memorizado las respuestas y que sería incapaz de desarrollar algún tema de quesito…
Aún así se daba la Santísima Trinidad de la hostelería sabática: chicochica, alcohol y soledad .
La urgencia intrascendente de un pensamiento febril se había hilvanado en mi ropa interior y hacía el paseo hasta el hostal algo mucho más excitante. 

El augurio de una noche vacía tomaba forma en la conciencia adormecida por el destilado y me hacía moderadamente feliz.



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