MI AMIGA IMAGINARIA SE LLAMA LOLA

Llegamos a Detroit una mañana de invierno de dos mil trece. Ah. Disculpad. Llegamos Lola y yo. Muchos piensan que Lola es imaginaria. Esto no sé muy bien qué significa. Yo hablo mucho con Lola, sobretodo después de que aquel cuchillo se me cayera dentro de T.
Yo iba hacia T y T iba hacia la puerta.
Yo estaba haciéndome una puntita de pan con mantequilla y azúcar y T estaba haciéndose la maleta.
Cuando cogió el pomo de la puerta y lo giró oí un click... no sé si dentro o fuera de mis orejas y justo cuando me disponía a darle un beso de `nos llamamos´ Lola me empujó y el cuchillo del pan se me cayó dentro de T, pero hasta dentro, hasta el mango, si no me llego a dar cuenta se me cae dentro hasta el puño y seguro que hubiese topado con algún músculo o con la cena de la noche anterior y eso me daba bastante asquete.
T cayó al suelo bastante sorprendido, entiendo, por la expresión de sus ojos. Primero su sangre y luego él. Recuerdo perfectamente el orden.
Desde el suelo me seguía mirando con los ojos bien abiertos como encaramados a un muro, como si los párpados se hubiesen mudado a vivir a Murcia, como la primera vez que vimos a un ornitorrinco poner un huevo, como la última vez que le pregunté: T ¿tú me quieres?
Lola se puso a gritar. La hija de puta. Con el susto que me acababa de dar. Chillaba, corría... Yo me puse a hacer lo mismo y me resbalé con el charco de sangre en el que se estaba convirtiendo T. Pedazo de `culá ´. Casi me río, pero la verdad es que no tenía gracia. Miré qué ropa se había preparado T. Toda de invierno y bueno, aquí estamos. En una casa con ventanas de adobe, con sus muebles carcomidos, paredes de telarañas y suelos de cascotes. Sin vecinos. Con una escopeta y una mecedora en el porche.
Lola está comodísima aquí.  Lleva rastas y cuando se tumba delante de la Iglesia Presbiteriana de la Avenida Woodward sobre la nieve su pelo esparcido y desordenado  parece las raíces de un ficus milenario y ella en el centro dibujando semicírculos con los brazos y las piernas.
Lola va a la iglesia pero no entra, dice que son cosas de vivos, pero reza desde la puerta por mi, porque no lleguen más Lolas y porque no nos encuentre ni la policía ni el ahora etéreo y enfurecido de T.


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