UNO DE FEBRERO

La histriónica luz que entra cenital en la escena palpa el polvo suspendido en el aire amarillo e inyecta a través de la oscuridad la silueta erguida y difuminada  por el exceso de brillo de un hombre. 
Un hombre en un campo. 
Un campo abierto.
Sin refugio
Corriendo de espaldas a mis ojos. 
Huyendo.
El campo huele a romero, hinojo y tomillo y se enreda sus olores  con la fugacidad de la escena y las aliagas que intentan romper con sus púas la magia del tiempo centrifugando los sentimientos de angustia y ternura que provoca la imagen.
El suelo está lleno de cadáveres de caracoles, recuerdo que dejó la lluvia cuando se marchó. 
Nadie vive dentro, muerto el caracol desaparece el bicho y el dantesco paisaje se asemeja a  una urbanización abandonada, despojada de empadronamientos y huérfana de responsabilidades.
Una fecha corre detrás del hombre como el avión que perseguía a Cary Grant (que estás en los cielos y que siempre lo has estado) en "Con la muerte en los talones" hasta el impacto. 
El hombre cae de bruces y al incorporarse parece haberse partido el labio y la sangre sobre uno de sus incisivos recuerda un eclipse lunar, una luna de sangre, entonces oye en su propia sangre, la que corre por entre sus venas, a su madre.
Hace años. 
Una mujer joven. 
Tal día como hoy, al oeste del país. 
La mujer exhala con gemidos el dolor, grita con pudor el daño de desproveer al hijo de su útero de terciopelo, el hogar donde ambos han sido felices, de expulsarlo al mundo tras el derrumbe. 
Están a punto de arrancarle de dentro uno de sus dos corazones rajando su cuerpo como si fuese algo natural, como si nacer no hubiese dolido nunca. 
El niño rampa desde dentro hasta los brazos de una persona desconocida y comienza el llanto porque todavía no se ha desprendido de la sabiduría del universo y sabe de la tristeza que hay ahí, fuera de la madre. 
El padre asoma los ojos temblorosos y coge en brazos a ese trozo de carne que se convertirá en el pequeño de los hermanos que ya habitan la casa. No puede hacer mucho más el pobre hombre aún por él, aparte de abrigarle, intentar calmar su desazón, hacer un recuento visual de extremidades, dedos, ojos... Comprobar el finalizado y ofrendárselo  al resto de la prole para lo que sea que dios quiera.
Tal día como hoy es día de celebración. La vida es aquello que te surca el cuerpo y reblandece el alma con el inventario de los días. La vida es el resumen de tu sangre, de los ángeles de tinta, de las sonrisas que compartes y los silencios que te quedas. La vida es una fiesta y tal día como hoy, brindaremos por ella.

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