INSOMNIO MALO

Aún me quedan de esas noches de desesperación porque no encuentro el sueño.
Anoche, harta de hacer de gimnasta rusa dentro de las sábanas, me tomé un relajante muscular que me ablandó el cerebro.
Se me fueron los ojos por el entornado de la puerta y vi, con total claridad, a una medusa bailando en la cocina, oliendo las flores de la cortina, empujándose con esos pelillos venenosos hasta el techo con elegancia de pasarela y con un carpado y un doble tirabuzón hacia atrás se estrelló contra el suelo. Pasmada y compungida salí en su socorro y comprobé que mi medusa, en realidad, era un charco de leche que había derramado el puto gato.
Regresé a la cama a seguir destripando el tiempo. Puse la alarma a las seis y las agujas del reloj a las diez y diez. ¡JA! Cronos crucificado y dentro un cuco muerto señalando mi hora.
Tengo el semblante triste de una vaca pariendo un filete de ternera para humanos que luego se amorran a sus tetas y siento el dolor de cien mujeres ahorcadas en mi árbol genealógico cuando recuerdo la primera vez que mi canalillo se cayó en sus ojos... y ahora me haría un rosario con sus dientes de marfil (y sarro y nicotina y cafeína) y me compraría una camisa de cuadros, un rastrillo, un tinte rubia platino y pondría una granja de cuervos en Alabama para  que le sacasen los ojos mientras toco el banjo, pero sólo porque es de noche y no puedo dormir,se me pasará con el día.
Con tanto empujón he aprendido a caer con un estilo sin parangón y, aunque no sé poner las manos, Murphy me enseñó a llevar siempre una mantequilla en el culo por si acaso.

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