Recordar de noche


Pasean por nuestra (mi) casa los cuchillos por el desfiladero de la rutina y huele a muerte la nevera, convertida ahora en la morgue de la otra mitad de tus caprichos, que también se van pudriendo. Es imposible respirar la ausencia, no me cabe, no me empapa los pulmones y hace que mis palabras reboten contra la pared o contra la tinta electrónica de este teclado
devolviendo el estruendoso eco del silencio que provoca que el minino salga huyendo de tu lado de la cama y que el reloj de noche juegue con el tiempo, como plastilina y me recuerde cuando fuimos seres de sudor y sábanas, cuando asomarse a tus ojos era un paseo por un espacio iluminado por dos lunas negras como huesos de aceituna donde acunar los miedos que no saciaban el hambre y el dolor de mi barriga.

Ahora duermo de espaldas al mundo y de cara al frío que me cuartea la cara.
Ahora ahuyento los bostezos porque ya no se te contagian. 
Ahora me desperezo con cuidado para que se desprendan los besos que aún conservo y que ya me saben a poco.
Ahora sé que vuelves a ser feliz y yo... tampoco

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