CORAZONES DE FRESA

1, dos, tres, cu, cuatrrr, cuatro, 5,6,7,8
Los botones de su camisa de cuadros.
Desabrochados.
La camisa abierta deja que su olor llene la habitación. Huele a campo,  a color verde, a lluvia blanca y redonda, al sexo de las flores. Oigo el escándalo del sol aplastando un rebaño a las 9 de la mañana, derritiendo carámbanos de nostalgia. Su cuerpo como un picnic sobre el mantel cuadriculado.
Aprieto con el dedo índice su lado izquierdo del pecho. Un poco más. Ahora Le ayuda el dedo de al lado. Empiezo a entrar. 
Ya tengo toda la mano dentro. 
Lo noto. 
Su corazón. 
Lo acaricio. 
Lo cojo. 
Lo saco. 
Es un fresón blandito en mi mano. Da saltitos  de felicidad sobre la mesita. 
Vuelvo a meter el puño. 
Tomo todos los cables y sistolo y diastolo. 
Me besa 
y el deseo se me hincha y entreabre como un pistacho. 
Me vuelan en en las tripas diez mil estorninos sincronizados al vuelo cuando me acaricia la cara. 
Me besa
y este maldito esteta bípedo me pide que no me enamore en un susurro de cristal mientras su corazón sigue haciendo chlofp ploff choff con sus saltitos en la mesita.
Mi culpa fue ondular mi pensamiento a su molde y esconder mi presencia dentro de una duna de discreción.
Él hacía que brotaran nubes sobre la mediocridad de la rutina para que yo las cabalgara y fabricara sombras de juguete donde cobijarse los humanos en agosto después del temblor.
¿Quién cuidará de mí cuando el amor me queme y me deje ardida?  ¿quién curará las quemaduras y velará mi dolor cuando su fuego me calcine? ¿ quién se desbordará en una mecedora al lado de mi cama y me dará calmantes, calditos y la mano? ¿ quién llenará de astros mi boca las cinco mil noches que dura el recuerdo de una ausencia?

Cuando recupero el aliento, coloco todo y mientras se ducha. Me piro al Miranda.
El Miranda tiene el baño más punk de todo mi pueblo.
Una porción de espejo, un grifo rebozado de cal y una cisterna en perpetua caída recuerda una fuente de la Alhambra pero en plan cutre, se entiende.
Leo la puerta del lavabo mientras me lavo y me refresco la hinchazón con los dos cubitos de hielo que no he usado de la Coca-Cola.
"M... Es un cerdo, llama a este número si quieres saber lo que es bueno".
Saco el maquillaje, las llaves, un boli, una compresa y por fin llega el turno del móvil.
Marco
Tuuuuuuu
Tuuuuu
Tuuuuuuuuuu
- ¿Sí? (voz de mujer)
- Hola, pregunto por M
- ¿y qué quieres?
- Pues quiero saber lo que es bueno.
Me cuelga.
Vuelvo a llamar.
Tuuup!
Empieza a cargarse en dios, zares, zarinas y califas, accesorios religiosos de cualquier material con muchos gritos. Podría localizar su barrio si continuara en esa frecuencia 10 minutos más y llamar a su puerta. Yo no entiendo nada. Y finaliza diciendo que M es su novio y que fue ella la que escribió eso en el baño del Miranda en un ataque de celos pero que habían vuelto y que se querían.
Y a mi qué me importa.
Volveré a llamar cuando ella no esté en casa. Quiero lo que es bueno, lo que me merezco, estoy harta de memeces destructivas y si no, no haberlo publicitado. Toda acción provoca un empuje vertical y hacia arriba igual al nivel de frustración que desaloja.
Joder, tengo que volver a esa casa  he dejado mi corazón en la entradita con las prisas.

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