NADIE TE VA A BESAR ASÍ

Me enamoré hará unos... catorce o quince años.
(Joder, cómo pasa el tiempo. De ser el amor un ser vivo ahora mediría metro sesenta /setenta y pesaría unos sesenta y pico kilos...)
Se llama Luis. 
Luis era uno de esos chicos que sabes que te va a doler desde la primera vez que  te miran con los ojos, con las cejas, con  la boca y con ese balanceo sublime como si sus leucocitos estuvieran modelados con una partitura de Barry White... .
Era más malo que la quina, más amargo que la retama. 
Amarle era duro como bajar al centro de la tierra a por brasas para calentarle los cachohuevosgordos en invierno, como hacerte la lubina para que te entierren en sal dejándote un ojo fuera con tal de que te dejen en paz un jueves por la tarde después del curro, como darte de baja el teléfono móvil, como llevar 41 años cazando mangurrinos.
Pero tenía besos de esos, de que no te lo esperas, besos de tostada de mantequilla que se te resbala por la barbilla y te convierte en un ser  brillante, besos como pompitas de jabón cuando me besaba ahí, besos "atornillaos" que ocupaban media cara como una mascarilla de oxígeno... aaaay... mi oxígeno... besos de revolcón de colchoneta de nivea, besos de peta zetas pegaditos a las orejas, besos de tómbola de feria (que te tocan y que no), besos tontos que dan risa, besos largos, besos de despedida...
- Nadie te va a besar así.
Y ya han pasado catorce o quince años.

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