CANDELARIA

Cuando fui pequeña las actividades extraescolares eran otras.
Por parte de padre iba a mecanografía. Sí, yo escribo con todos los dedos, sin mirar el teclado y con la espalda recta.
Por parte de madre iba a bordar. Sita nos sentaba a todas en círculo y hablábamos bajito, a veces con los ojos, para no enfadarla. Durante tres horas hacíamos bolsas de pan de tela, eran las que usábamos antaño y eran reutilizables, antes de ponernos, como energúmenos, a contaminar el planeta con bolsas gratuitas de los supermercados... pero lo que más nos gustaba era ir a ca Marujeta a comprar hilo. Marujeta era lenta como la tarde de domingo de una soltera cuarentañera y allí perdíamos el tiempo.
Sita tenía una criada. Se llamaba Candelaria. Aún hoy no sé si Candelaria era un hombre o una mujer. Nosotras,como éramos crueles, preferíamos llamarle Igor y le inventábamos historias de miedo, de saberlo, no creo que le molestase saberse protagonista de algo en su vida. Vestía su propio luto desde que le pasó aquello y murió un trozo... Desde entonces se paseaba por el patio con su perro, un pastor alemán ciego de un ojo que de puro amor un día se la quiso comer.


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