Ea

 


Verdaderamente la noche pasada fue gloriosa.

Empecé a oír voces en el salón.

Me asusté, obvio. ¡Vivo sola desde que él lo decidió! y embistiendo al raciocinio pensé: estás dormida. Seguro. Coge la botella de Negrita que hay en el mueble de la entrada con una mano, con la otra te sujetas el batín por el pecho para que no se abra y vas y matas al ladrón.

El plan tenía fisuras, pero era "el plan" y obré en consecuencia.

Ya el frío y que las voces no se asustaran al verme llegar y continuaran jocosas con la charla me hicieron sospechar que estaba despierta, y con el guatiné, el ron y la oreja pegados a la pared te escuché decir cuánto me querías, que se te habían caído las manos de no tocarme, que me echabas tanto de menos que te habías comprado todos los discos de Glen Medeiros. 

Sabía que nadie me iba a creer y corrí como posesa a por la grabadora...

Por la mañana, enchufo la psicofonía para oírla con mi hermana.

Se oye el crepitar de la cinta, el rugido cansino del mar, la abrupta rotura gaseosa del silencio  por parte de mi vecina, cosa que a mi hermana le hace mucha risa y dice que fui yo... y nada más.

 Yo ya tampoco oigo nada más, apenas el ruido de mi desolación arrasando un bancal de tomates.

 Tal vez había acabado la conversación cuando conseguí darle al rec de mi grabadora, de todas formas esta noche lo vuelvo a intentar. Ojalá se vuelva a poner en contacto conmigo.

Buenas noches.


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