Discusiones en las fiestas

 

Era una fiesta bastante...exótica. de hecho podría haber sido aniquilada con fuego y azufre si Dios no hubiese  muerto en aquél accidente aeroespacial a principios de siglo.

Había en ese momento cerveza por  todas partes.
Cerveza en el gaznate del barbudo de verde, en jarras de cristal templado, en la alfombra, cerveza en la cerveza. La gente bebía y se les llenaban los ojos de risas. 

A todos menos a una.
Tenía un vestido con estampado animal print, la cara helada, igual que su expresión, tuvo que pestañear para que no la confundiese con un trofeo de caza disecado, se le notaba que había tenido que asistir por algún tipo de obligación psicosocial o antropológica.
De repente una mujer vestida de sofá de escai, se abalanzó sobre ella y empezó a arrancarle mechones de pelo cual sioux desnortado.
Hablaban a gritos de un señor. 
La precalva  no atinaba a soltar ni media guantá, menos que la otra,muchas menos que la otra, la pobre.



Un chorrito de sangre oscura pero brillante  se le escapaba de su cuerpo para mezclarse con la cerveza del suelo,en auténtico espectáculo visual.

El futuro es un ser vivo, invisible y caprichoso.
Nadie pudo preveer el ataque de aquella mujer poseída por el espíritu de cien legionarios.

 Desde mi posición solo tenía palabras internas de agradecimiento a mi educación basada en la austeridad por decirme que 5€ por dejar mi propio abrigo en el guardarropía era un robo. Porque, sinceramente, a mí la descripción y el nombre del señor que flotaba en la sala, suspendido sobre las cabezas de las protagonistas me sonaba, bastante, tal vez mucho y empezaba a pringar con chorretes de culpabilidad mi plan de huída. 

Mientras todos acudían a frenar a aquella milmujeres cogí el coche y un río de alquitrán comenzó a fluir bajo las ruedas de mi Gran Torino mientras Bruce cantaba:
That night we went down to the river
And into the river we'd dive
Oh, down to the river we did ride
Yeah, yeah

Cuando apenas falten 100 kms para llegar a Manhattan pararé en un motel. Pagaré 65 dólares por una habitación con vistas a un parking con farola y llamaré desde el teléfono gris y  fijo al señor cuya aparición en la fiesta fue semipresencial pese al protoganismo. mientras escuchó una discusión y disparos en la habitación de al lado.

Le contaré que su esposa estaba colérica y un poquito confundida, que llevaba puesto  el vestido de leopardo que me había regalado, que en 53 minutos estaba allí, que pusiese a enfriar las cervezas y



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