Titanic

 Se me olvidó hacer una foto de aquél momento. Se me olvidó fotografiarlo. Se me olvidó tan fuerte que ahora no recuerdo a ciencia cierta si pasó. 

Una luz amarillenta alumbraba un ejército de ácaros apelmazados sobre la mesita de aquél tugurio de Southampton enturbiando  con su presencia el color primigenio de ésta donde yo aprovechaba para escribir con el dedo "He who reads this is a fool ", porque yo era inglesa.

Corría el año 1912, yo, por aquél entonces, ya tenía 26 años. Estaba soltera por causa mayor, ya que mi marido se separó de mí porque el médico le había prohibido el alcohol y decía que yo le parecía mucho más fea y mala en ese estado de sobriedad preceptiva.

No me molestó.


Fue entonces cuando empecé a bailar fox trot. 

No tuvimos hijos, no recuerdo desde esta distancia haber hecho algo que se adecuara a esas circunstancias  para tenerlos y por eso podía bailar hasta bien entrada la tarde, la noche o la mañana.

Yo no estaba bien vista. Bailaba sola y bebía whisky y tenía vestidos brillantes como galaxias y me pintaba la cara con colores inverosímiles.

Un día, por arte de birlibirloque. Un tertuliano comentó que a la semana siguiente salía un trasatlántico con destino a Nueva York y me pareció una oportunidad interesante para empezar una nueva vida, total, inglés ya sabía desde que nací, bueno, no voy a fardar, lo aprendí más o menos a  los dos años de mi nacimiento,  todo sería más fácil allí hablando el mismo idioma que aquellos aborígenes. 

Cogí el collar con el pedrusco que me regaló mi ex y una maleta y me embarqué.

El resto ya lo sabéis muchos. Conocí a un chico rubio, nos enamoramos, bailamos, el barco hizo crack, la orquesta siguió tocando, yo me encaramé a una tabla, el chico hizo glú glú... 

Y nada, que me dio una pena horrible, pero claro, tampoco me iba a bajar de la tabla y que luego me dejase cuando llegásemos a tierra por otra más hermosa, que tampoco nos conocíamos tanto y la experiencia es un grado y una es guiri pero no tonta.

Cuando por fin llegué a Nueva York monté una mercería porque putas las ganas que me quedaron de volverme en barco a mi casa y ya me hice vieja y me morí allí por primera vez.



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