Marciana

 Era pequeña como un botón cuando llegué a la tierra . Abandoné el espacio para tener mi primera experiencia telúrica sin el consentimiento del resto de la tripulación.

Yo era la encargada de vigilar el rancho de John y Patty en Connecticut, desde una nave que construimos semanas antes de que nuestro planeta colapsara.

Teníamos un plan, aprender por imitación los comportamientos humanos para luego instalarnos en sus cerebros y ya ponernos a vivir aquí con discreción y evitar así entrevistas, cotilleos o cualquier cosa peor, al fin y al cabo no fue culpa nuestra lo ocurrido en casa fue...ya os contaré.

John tenía vacas porque era un vaquero, vacas marrones de tetas enormes que daban leche, en mi planeta no teníamos ningún animal así, los dinosaurios con los que conviviamos no nos hubieran dejado jamás tocarles las tetas. 


Patty hacía pasteles de manzana los martes y de zanahoria los viernes, el resto del tiempo hacía jerseys para honey, como ella llamaba a John, y para el invierno, pero en invierno no hacía bañadores porque el mar vivía lejos de ellos igual que sus ganas de hacerlo llegar hasta allí, ya habían empezado a hacerse mayores como para empecinarse en movidas tan tochas.

Caí en el rancho con muy poca dignidad, pero sin hacer ruido. Todo desde mi tamaño era mucho más dramático el puto perro empezó a seguirme y no me daban las piernas la velocidad que necesitaba para huir. De pronto un salto, dos y tres y llego hasta la vaca que se gira bruscamente y me caigo dentro a través de su oreja izquierda.

Aunque no era el plan me llego al cerebro. Hay un montón de espacio aquí. Sólo me preocupa comer y hacer la digestión y a cada rato John me toca las tetas. Pues igual me quedo aquí, creo que los humanos están sobrevalorados van a flipar mis colegas cuando les mande la señal que habíamos ensayado .



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