Fin

Me preparé un café y me dispuse a sorberlo sentada sobre mis pies y de cara a la nostàlgia, por debajo de toneladas  de tiempo barca, de  tiempo lluvia, de tiempo pétalos de plomo, descendiendo por el morado tinte natural de mis ojeras.
Guardo una foto que no existe en el mueble del salón donde sonreímos  a un desconocido justo antes de que nos dispare eternidad con la cámara.
Me he alimentado de la ponzoña que deja su aroma de narciso y lavanda y he perjurado ante el azote del llanto sordo y seco de mi interior amamantando derrotas épicas.
Ahora me empobrece el sueño taciturno de enlazar mi vejez con la suya.
El susurro blanquecino de las sábanas dibujando la frialdad de sus bordes me recuerda lo injusto que hubiese sido para mí pedirle que no se alejara, prostituyendo unos gramos de fe por toneladas de incertidumbre rebosadas en la opacidad zahína de sus pupilas.

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